martes, 8 de abril de 2014

Las gallaretas




El último recuerdo de un acontecimiento de tanta magnitud en la vida del balneario habían sido los televisores. No cualquier televisor, ni la invención del televisor, ni cierto modelo nuevo de televisor, nada de eso, sino televisores flotantes que aparecieron después de que un barco con contrabando vaciara sus bodegas llenas de electrodomésticos frente a nuestro faro. El primer reporte lo hizo por radio el valiente capitán de un guardacostas destinado a cuidar las aguas de frontera. Los televisores llegaron flotando algunos días después, gracias a corrientes benévolas y vientos favorables que los empujaron hacia nosotros, y no hacia África, a donde hubieran llegado estropeados por tantos días de travesía interoceánica, ni tampoco hacia el país vecino, con el cual el balneario tenía una acérrima y larga disputa. La llegada de ese contingente de cuadrados negros entre las olas fue recibida por la incredulidad de los pobladores primero, y el oportunismo después. Las playas más cercanas al centro fueron rastrilladas en minutos. Varios entusiastas se metían hasta la cintura en el agua helada, tratando de atrapar un televisor antes que un vecino más avispado se les interpusiera. Dicen que aún hay algunos televisores de aquella época, aunque muchos explotaron a los pocos días de rescatados en la playa, por una potente combinación de agua salada y corriente eléctrica. 

Con las gallaretas ocurrió de manera bastante parecida, en varios aspectos. Primero porque llegaron en invierno y por el mar, despistadas como un televisor que flota hasta la orilla, aunque enseguida se pudo ver que tenían más autonomía que un electrodoméstico... 

(Fragmento. LAZARO, R. I. “Las gallaretas”. Montevideo: Revista Lento, Enero 2014. pp 45-47)

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